A cuatro días de la masacre que dejó siete muertos y seis heridos —entre ellos un niño de apenas dos años—, las autoridades siguen sin lograr la captura de un solo responsable. Mientras tanto, más de 130 agentes y 40 unidades tácticas recorren la sierra intentando contener una ola de sangre que no da tregua.

El ataque, ocurrido la madrugada del domingo en la colonia Turuseachi, fue brutal y sin piedad. Las víctimas convivían tranquilamente cuando sicarios abrieron fuego a quemarropa desde varios vehículos, dejando una escena dantesca de cuerpos y autos acribillados. La principal versión apunta a una “confusión” entre grupos criminales, pero para los pobladores, el miedo no es confusión: es costumbre.

La SSPE y la Fiscalía aseguran tener líneas de investigación, aunque en las calles lo único visible son patrullas, helicópteros y rumores. Detrás del caos se asoma una disputa entre viejos nombres del crimen organizado: “El Palapas”, “El Reyes” y “El Cheyenne”, todos ligados al Cártel de Sinaloa. Mientras ellos se disputan el poder, la gente de Guachochi reza para que la próxima bala no tenga su nombre.
