Lo que inició como una marcha pacífica por la paz y la justicia se transformó en caos y furia en el corazón de Morelia. Más de 500 personas, vestidas de blanco y con el nombre de Carlos Manzo Rodríguez en los labios, tomaron las calles exigiendo alto a la violencia tras el brutal asesinato del edil de Uruapan. Sin embargo, la rabia contenida estalló cuando un grupo de encapuchados irrumpió en el Palacio de Gobierno, destruyendo puertas, rompiendo vidrios y provocando incendios dentro del histórico edificio.
Entre humo, gritos y llanto, la multitud quedó dividida: unos clamaban justicia, otros trataban de huir del caos que se desató frente al recinto estatal. Bomberos y antimotines actuaron de inmediato, sofocando las llamas y dispersando con gases lacrimógenos a los violentos. El Gobierno de Michoacán confirmó que presentará denuncias por los daños ocasionados, mientras que organizaciones civiles acusan que la violencia refleja la desesperación por la creciente inseguridad que azota a la entidad.
En paralelo, Uruapan despidió con lágrimas al alcalde asesinado, quien fue atacado a balazos durante una festividad del Día de Muertos. La Fiscalía General del Estado informó que tres personas estuvieron involucradas en el crimen: dos fueron detenidas y una murió durante el ataque. El agresor abatido no ha sido identificado, pero las autoridades mantienen abiertas todas las líneas de investigación. En Michoacán, el clamor por justicia se mezcla con el miedo: la paz sigue sin llegar.
