Después de una semana marcada por el miedo, las aulas de Guachochi volvieron a abrir sus puertas entre la incertidumbre y el nerviosismo. Más de 10 mil estudiantes regresaron a clases, pese a la sombra de la violencia que recientemente paralizó a todo el municipio. Padres con el corazón en la mano acompañaron a sus hijos, mientras las patrullas vigilaban los alrededores de las escuelas, en un intento por devolver la calma a una comunidad golpeada por el crimen.
Durante los días de suspensión, el silencio en los planteles fue un reflejo del temor que se vivía en las calles. Muchos padres decidieron no arriesgarse, mientras otros confiaron en las promesas de seguridad de las autoridades. Ayer, las mochilas volvieron a llenar los pasillos, pero la desconfianza se siente aún más pesada que los cuadernos. “Queremos que estudien, pero también que vuelvan a casa”, dijo una madre al borde de las lágrimas.
Autoridades educativas aseguraron que las clases se retomaron “sin incidentes”, aunque el ambiente está lejos de la normalidad. Guachochi intenta recuperar su ritmo, pero el eco de la violencia todavía resuena. Entre la esperanza de los niños y el miedo de los adultos, las escuelas se convirtieron en símbolo de resistencia… o de riesgo.
