A treinta años del magnicidio que marcó para siempre la historia política del país, el caso Colosio vuelve a encender las alarmas nacionales: la Fiscalía General de la República capturó en Tijuana a Jorge Antonio Sánchez Ortega, el ex agente del extinto Cisen que por décadas ha sido señalado como el presunto “segundo tirador” de Lomas Taurinas. La detención, envuelta en absoluto hermetismo, ha desatado una oleada de suspenso y revivido las sospechas que nunca lograron apagarse.
Sánchez Ortega, quien en 1994 fue sorprendido con la ropa manchada de sangre de Colosio y dio positivo a pruebas de disparo, había sido liberado bajo argumentos “insuficientes”, en un episodio que hoy la FGR califica como un encubrimiento histórico en el que habría participado nada menos que Genaro García Luna. Tres décadas después, la Fiscalía asegura tener pruebas contundentes: sangre del candidato en su ropa, residuos de disparo en sus manos y testigos que lo ubican justo en el instante en que sonaron los dos proyectiles fatales.

Según la FGR, la diferencia de segundos entre ambos disparos, sumada a la presencia probada del ex agente en el lugar, lo coloca nuevamente bajo el reflector del crimen que cimbró al país. La dependencia afirma que Sánchez Ortega huyó tras los disparos y desmiente que haya intentado auxiliar al candidato moribundo. Con su segunda detención, el caso Colosio vuelve a sacudir a México y reabre las heridas que jamás terminaron de cerrar.
