El amanecer en Ojinaga sorprendió con una escena digna de película: agentes estadounidenses levantando un nuevo muro de acero sobre el río Bravo, justo frente a territorio mexicano. Las enormes barreras con puntas metálicas, instaladas por la Patrulla Fronteriza, se extienden a lo largo del cauce como una línea de advertencia para todo aquel que intente cruzar hacia Texas.
Vecinos de la zona observaron con asombro cómo los uniformados, sin emitir palabra alguna, colocaban una estructura amenazante que parece más una trampa que una medida de seguridad. “Es como si nos estuvieran cercando a nosotros”, comentó un habitante que presenció la escena desde la ribera mexicana. Mientras tanto, del lado estadounidense, ningún comunicado oficial explica el alcance o motivo del operativo sorpresa.

El cerco metálico, afilado como cuchillas, marca un nuevo capítulo en la tensión fronteriza. Aunque Ojinaga había sido considerada una zona tranquila, el reforzamiento con acero y púas envía un mensaje contundente: la frontera se está endureciendo. Habitantes temen que el paso por el río se vuelva aún más peligroso, mientras los reflectores del operativo iluminan, una vez más, la desigual realidad entre ambos lados del Bravo.