El Centro de la ciudad vivió este martes una escena que pocos esperaban: una caravana de tractores, camionetas y productores furiosos tomó las calles como si se tratara de un levantamiento rural. Entre gritos, pancartas y claxonazos, los inconformes arremetieron contra la propuesta de la nueva Ley del Agua, advirtiendo que esta dejaría a miles de familias del campo a merced de decisiones centralizadas que —según ellos— podrían secarles el futuro.

Los productores no llegaron discretamente: avanzaron con maquinaria pesada, cerraron carriles y paralizaron la circulación, dejando al Centro convertido en un laberinto de protesta y polvo. La movilización, integrada por grupos de Delicias, Meoqui, Rosales, Camargo, La Cruz, Namiquipa y Cuauhtémoc, dejó claro que están dispuestos a llevar su lucha hasta donde sea necesario, incluso si eso implica detener la vida en la capital. “No dejaremos que nos quiten el agua”, repetían una y otra vez mientras bloqueaban la calle Aldama.

Tras atrincherarse frente al Congreso del Estado, los manifestantes lanzaron un ultimátum a diputadas y diputados: o frenan la reforma, o las protestas crecerán. Acusan a la iniciativa de entregar el control total del agua a la autoridad federal, una medida que describen como un golpe directo al corazón del sector agropecuario. La advertencia quedó emitida y el mensaje también: el campo está encendido, y no piensa apagarse.
