Ciudad Juárez amanece al borde del colapso. Las protestas campesinas cumplen ya más de 70 horas y han convertido los puentes fronterizos y la aduana en una zona prácticamente sitiada. Carpas improvisadas, fogatas encendidas y filas interminables de vehículos dibujan un panorama de ciudad detenida, donde cada minuto sin acuerdo aviva el temor de un caos mayor. La frontera está semiparalizada, y los juarenses comienzan a sentir que la normalidad se les escurre entre los dedos.

Mientras el gobierno federal intenta negociar contrarreloj, la incertidumbre crece. Gasolineras cerradas, compras de pánico y rumores de desabasto anticipan un escenario tenso que amenaza la movilidad, la economía y la seguridad. Lo que inició como una protesta rural ya estrangula a una ciudad entera, afectando patrullas, transporte público y servicios esenciales. Todo indica que, si no hay acuerdos inmediatos, Juárez podría enfrentar una crisis sin precedentes.

El sector empresarial lanzó una alerta roja: más de 500 millones de dólares en mercancías están varados y más de 7,600 tráileres, cada uno con cargas valuadas en 65 mil dólares, permanecen detenidos a la espera de un cruce inexistente. Las cámaras empresariales exigen un alto inmediato al “secuestro de la ciudad”, advirtiendo que la competitividad, el empleo y la estabilidad están en riesgo. Ciudad Juárez vive horas decisivas; cada hora sin resolución profundiza el impacto económico y social del bloqueo.
