El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, desató una ola de indignación que ya se convirtió en un clamor nacional imposible de ignorar. En Guadalajara, cientos de ciudadanos vestidos de blanco y portando sombreros —convertidos ahora en símbolo de protesta— tomaron las calles para exigir justicia y denunciar el clima de violencia que, aseguran, tiene al país al borde del colapso social.
La movilización avanzó desde la Glorieta Minerva hasta la Glorieta de las y los Desaparecidos, un recorrido cargado de dolor y rabia contenida. Entre consignas que cuestionaban directamente a las autoridades federales, los manifestantes denunciaron sentirse abandonados, hartos de vivir con miedo y de ver cómo la impunidad se impone sobre la vida de miles de familias. El asesinato de Manzo, aseguraron, “no será olvidado ni enterrado” como tantos otros casos.
Los asistentes advirtieron que este es solo el inicio de un movimiento que seguirá creciendo mientras la violencia siga cobrando vidas. El 15 de noviembre se realizará una Marcha Nacional en más de 30 ciudades, una protesta que, según sus organizadores, pretende demostrar que México está cansado, lastimado y decidido a levantar la voz antes de que la tragedia siga avanzando sin freno.
