En plena medianoche, un grupo de sujetos armados desató el caos al disparar contra las cámaras del sistema Centinela, dejando tras de sí una estela de destrucción y confusión en el seccional de Álvaro Obregón. Las ráfagas de balas retumbaron entre las calles vacías, mientras los vecinos, aterrados, se refugiaban en sus casas.

Cuando las autoridades llegaron, la escena parecía salida de una película de acción: postes dañados, cámaras perforadas y una más tirada en el pavimento, testigo mudo del violento ataque. En total, nueve equipos de vigilancia fueron destruidos, afectando puntos estratégicos en toda la zona urbana.
El atentado se extendió por varias calles —Cuauhtémoc, Nicolás Bravo, Aldama y hasta los kilómetros 39 y 41 de la carretera estatal—, dejando claro que los agresores sabían exactamente lo que hacían. Aunque no se reportaron heridos, el mensaje fue claro: ni la tecnología más avanzada logra detener a quienes desafían a la ley.
