La coronación de Fátima Bosch Fernández como Miss Universo 2025 desató una tormenta mediática que no parece detenerse. Mientras la mexicana celebraba su triunfo en Tailandia, los reflectores se volcaron de inmediato hacia su padre, Bernardo Bosch Hernández, un poderoso funcionario de Pemex cuya trayectoria —marcada por ascensos vertiginosos, lujos patrimoniales y viejas controversias— volvió a encender la conversación pública. Su presencia en uno de los cargos más influyentes de la petrolera y sus múltiples propiedades reavivaron sospechas y teorías que rápidamente inundaron redes sociales.

A esta atención mediática se sumó el capítulo más polémico: la inhabilitación que Bosch enfrentó en 2019 por presunto enriquecimiento ilícito, un caso que, aunque posteriormente fue anulado por un tribunal, continúa siendo usado por críticos para cuestionar la transparencia que rodea a su carrera. Mientras tanto, el éxito internacional de su hija coincidió con un certamen envuelto en acusaciones de presiones, favoritismos y supuesta manipulación en la elección de finalistas, según declaraciones de exjueces y figuras que abandonaron el panel horas antes de la gala final.

La controversia escaló cuando Omar Harfouch, exjuez del certamen, aseguró haber sido presionado para favorecer a la mexicana, insinuando incluso presuntas relaciones comerciales entre el presidente de Miss Universo y el padre de la nueva reina. Aunque la organización negó categóricamente cualquier irregularidad, las renuncias de otros jueces y las declaraciones difundidas en redes avivaron la teoría de un certamen “manipulado”. Con las críticas encendidas, el triunfo de Fátima Bosch continúa dividiendo opiniones entre quienes celebran su victoria y quienes aseguran que detrás de la corona hay mucho más que glamour.
