Los productores inconformes dieron un respiro a medias: aunque bajaron la intensidad de sus bloqueos, la tensión sigue tan densa como el polvo en los caminos del estado. Ayer, las protestas se replegaron parcialmente a los puentes fronterizos y a algunos tramos carreteros del sur, donde los manifestantes permitieron el paso intermitente… pero sin renunciar a mantener el pulso de presión sobre las autoridades. La garita de Saucillo fue liberada momentáneamente, una decisión que muchos calificaron como una tregua forzada, más que un verdadero gesto de distensión.

Pese a este aparente alivio, la maquinaria agrícola volvió a apostarse en puntos estratégicos y los bloqueos emergieron de nuevo en el tramo Jiménez–Zavalza, donde las vías se abrieron y cerraron a conveniencia, manteniendo a conductores y transportistas en un estado constante de incertidumbre. En los cruces internacionales, la situación no fue muy distinta: Santa Teresa, Guadalupe–Tornillo, Zaragoza y Córdova de las Américas siguieron convertidos en cuellos de botella que frenaron el paso de mercancías y avivaron el malestar entre empresarios y trabajadores.

La razón detrás de esta tensión persistente radica en la nueva Ley General de Aguas, que los productores aseguran fue aprobada sin escuchar sus demandas. Entre acusaciones de manipulación, desconocimiento y versiones “distorsionadas” por parte de autoridades federales, los agricultores sostienen que el campo queda nuevamente vulnerado. Aunque el Gobierno insiste en que las medidas buscan evitar abusos y dar transparencia al manejo del agua, en el terreno la desconfianza sigue ardiendo. Los bloqueos no han terminado; solo se han transformado en una advertencia silenciosa de que el conflicto está lejos de apagarse.
