Un trágico accidente aéreo ha sacudido a las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia (VKS), con la pérdida confirmada de un avión de transporte militar Antónov An-22 «Antei» y sus siete ocupantes.
El siniestro ocurrió el martes 9 de diciembre en la región de Ivánovo, a unos 250 kilómetros al noreste de Moscú, un hecho que cobra especial relevancia al tratarse, según diversos reportes, del último ejemplar en servicio de este histórico modelo en la flota rusa.
Punto central: desintegración en pleno vuelo
El incidente ha abierto una investigación militar de alto nivel debido a las circunstancias alarmantes en las que se produjo. El An-22, conocido como el avión turbohélice más grande del mundo, se estrelló cerca del embalse de Uvódskoye.
Reportes iniciales citando a testigos presenciales indican que la aeronave comenzó a desintegrarse repentinamente en el aire antes de impactar contra el suelo en una zona deshabitada.
La tragedia cobró la vida de los cinco tripulantes y los dos pasajeros que iban a bordo. Equipos de rescate recuperaron los cuerpos del área del impacto. El factor más inquietante que se desprende de la información oficial es que el vuelo era una prueba rutinaria posterior a un proceso de mantenimiento.
La función del vuelo era verificar el correcto funcionamiento del aparato tras haber pasado por trabajos de reparación. Esta coincidencia pone el foco de la investigación directamente sobre posibles fallas mecánicas mayores o errores durante el servicio técnico.
El An-22 es un diseño de la era soviética (primer vuelo en 1965), con más de 50 años de servicio en el caso de la unidad siniestrada. Medios locales han señalado que la antigüedad y la fatiga del material son factores altamente probables.
El accidente ocurre en un momento en que la VKS ya había anunciado oficialmente el retiro inminente del modelo An-22 de su flota para 2024, una decisión que ahora se ve tristemente acelerada por la pérdida del último ejemplar.
