La tranquilidad matutina del norponiente de Monterrey se quebró en cuestión de segundos la mañana del miércoles 23 de octubre, cuando una balacera estremeció a colonias enteras. Los disparos, que comenzaron alrededor de las 8:00 de la mañana, dejaron a un policía de Fuerza Civil herido y provocaron escenas de pánico absoluto entre los habitantes y estudiantes, que corrieron a resguardarse mientras el sonido de las balas se escuchaba a kilómetros.

En varias escuelas cercanas, como la primaria Juan Escutia y el CENDI 3 José Martí, maestros y personal docente improvisaron refugios dentro de los salones, ordenando a los niños tirarse al suelo y mantenerse alejados de ventanas y puertas. Los gritos y llantos de los menores resonaban junto al estruendo de los disparos, mientras las patrullas y helicópteros sobrevolaban la zona en un despliegue que recordaba los peores días de inseguridad en Monterrey.
Algunos planteles optaron por desalojar a los estudiantes, mientras los padres llegaban apresuradamente para recogerlos y llevarlos a casa. La balacera no solo dejó una herida física en el policía, sino también una marca de terror en la comunidad, recordando que la violencia urbana sigue latente y que la población debe extremar precauciones ante cualquier situación de riesgo.
