Entre gritos, reclamos y un ambiente de indignación, el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, fue recibido con furia en el funeral del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, asesinado a balazos la noche del sábado. La presencia del mandatario desató la molestia de los asistentes, quienes le exigieron retirarse al grito de “¡Fuera asesino!” y “¡Carlos, gobernador!”, en medio del dolor y la rabia por el crimen que ha sacudido a la región.
El gobernador apenas alcanzó a permanecer unos minutos dentro de la funeraria antes de abandonar el lugar escoltado por su personal de seguridad. En redes sociales, Ramírez Bedolla aseguró sentir “consternación e indignación” por el asesinato de su “amigo y compañero”, y prometió justicia. Sin embargo, su visita fue vista por muchos como una provocación y un intento fallido de contener la creciente indignación social que vive Uruapan.

Mientras tanto, en el Cuartel Regional del Ejército, autoridades estatales y federales sostuvieron una reunión de emergencia para coordinar acciones tras el crimen. Participaron altos mandos de la Guardia Nacional, la Fiscalía estatal y la Secretaría de la Defensa Nacional. El asesinato de Manzo —ocurrido durante un evento del Día de Muertos— ha encendido las alarmas en Michoacán, una entidad marcada por la violencia y el hartazgo ciudadano hacia sus autoridades.
