La tensión en el continente escala a un nuevo nivel luego de que Estados Unidos adelantara su intención de declarar al llamado Cártel de los Soles como organización terrorista extranjera, una etiqueta que podría justificar operaciones militares directas contra Venezuela. En medio del creciente despliegue de poder estadounidense en el Caribe —con portaviones, bombarderos B-52 y ataques recientes contra embarcaciones señaladas como narcolanchas— se ciernen sospechas sobre un posible escenario de intervención que el gobierno de Nicolás Maduro califica como una amenaza frontal. Mientras tanto, funcionarios de Washington insisten en que altos miembros del chavismo mantienen nexos profundos con redes criminales.

La región observa con preocupación cómo el operativo militar estadounidense acumula más de 80 muertos producto de bombardeos en altamar, mientras aumentan las alertas aéreas y los ejercicios tácticos cerca del territorio venezolano. Especialistas afirman que la designación terrorista abriría la puerta a acciones mucho más agresivas y a un bloqueo económico todavía más estricto, lo que podría paralizar los pocos sectores del comercio venezolano que aún sobrevivían entre sanciones. Incluso las exportaciones clandestinas de petróleo quedarían prácticamente estranguladas por la vigilancia marítima.

En medio de este clima explosivo, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, lanzó una advertencia: no respalda a Maduro, pero tampoco permitirá que una intervención militar incendie la frontera. El mandatario insistió en que la disputa obedece a intereses petroleros y alertó sobre consecuencias devastadoras para la región si Estados Unidos decide cruzar la línea. Mientras Maduro mantiene el discurso de resistencia y Trump evalúa un eventual diálogo, el continente entero se mantiene en vilo ante una crisis que podría transformarse en el conflicto más delicado de la década.
